sábado, 4 de febrero de 2017

Como decíamos ayer...

Encontrábame yo dedicado a mis varias tareas cuando sonó el característico pitido de tuiter que me advertía de que mi nick en dicha red social aparecía en un mensaje. Que alguien me estaba mencionando, vaya. Como buen español, dejé mis actividades laborales para atender raudo dicha llamada, que no es cosa de anteponer el vil trabajo a mantener la debida educación a los semejantes, virtud que incluye, entre otras, la de no posponer la atención a un ruego y/o llamada. Pero hete aquí que no se trataba de un semejante, sino de un culé, que me exigía la modificación de una entrada que había subido a este blog años atrás y cuya dirección adjuntaba para tal menester. 

¿Que hace aquí este señor tan bien puesto? Pues se trata de Berraondo, jugador de la Real Sociedad y del Madrid, y que arbitró las semifinales de Copa de 1916. Algunos sites culés aseguran que también fue jugador  del Barcelona. Se ve que les parece raro que haya árbitros que no lo sean.   


Me quedé estupefacto. "Albricias", me dije, "¡pero si yo tenía un blog!". Así es, amiguitos, lo había olvidado totalmente. Ni siquiera recuerdo el motivo por el que dejé o, mejor dicho, aparqué esta plataforma que tan bien sirviera de luz y guía al madridismo universal. En serio, no estoy de broma. De hecho, tras una breve revisión me di cuenta que aparecía la crónica de la final de Lisboa -excelente, por otro lado, aunque no está bien que yo lo diga (1)-, que yo no recordaba haber hecho. Así que me dije -observarán que me digo muchas cosas, lo cual quiere decir que soy el primero en seguir los buenos consejos que tiendo a poner a disposición de todos- que no estaría de más retomar la labor largo tiempo abandonadas por causas que mi cabeza no alcanza a averiguar. Así, me dije (cómo no), colaboraré a la defensa del Real Madrid y de España, valga la redundancia y, por supuesto, me servira de sana catársis. 

Por supuesto, retomar esta bitácora exigía una seria preparación. Volver al lugar que abandonaste tanto ha que incluso su existencia había sido erradicada del recuerdo no puede hacerse de cualquier manera. Hay que estar seguro de que puede continuarse la labor realizada sin que la fractura del tiempo note su presencia. Hay que ser consciente del esfuerzo que requiere una actualización más o menos constante. Pero, sobre todo, hay que saber la contraseña, porque no tenía ni repajolera idea de cuál era. Porque si no me acordaba de la existencia de la bitácora, ni les cuento lo que respecta a la contraseña. Sobra decir que ese obstáculo fue debidamente superado, porque en caso contrario no estaría nuevamente por aquí dando el coñazo  con la idea de plasmar para la posteridad las crónicas de este país que nos ha tocado vivir y de este equipo que nos ha tocado padecer a ratos y disfrutar a otros. 

Otra imagen de la semifinal de Copa de 1916. ¿Que a qué viene tanta referencia a dicho partido? Sigan, sigan, que ya se enterarán por qué

 De esta manera pude ejercer mi autoridad bitacoril, pasando a borrar el primero de los comentarios que el amigo culonés me había dejado en la referida entrada. ¿Qué culo? Pues hombre, ése que de manera indirecta ha resucitado el site. ¿Es que ya se habían olvidado de él? El caso es que su primer comentario llevaba una serie de insultos que afeaban bastante la inmensa labor de documentación y redacción que me llevo desarrollar aquél escrito. Y que no va a venir nadie a insultarme aquí, a mi casa. ¡Hasta ahí podía llegar la broma! ¿Que de qué entrada estoy hablando, pregunta ahí uno, al fondo? Ah, que tampoco lo había dicho. Pues una dedicada a la primera manifestación de odio antimadridista garrulo por parte de la piara culé que, como todo buen aficionado sabe, fue aquella semifinal de copa jugada en 1916 en la que el Madrid eliminó al Far$a para, acto seguido jugar la final en Barcelona, momento que los siempre ponderados aficionados culeros aprovecharon para montar la de san Quintín hasta el punto de que los jugadores madridistas tuvieron que ser escoltados por la Guardia Civil ante el peligro que corría su integridad física. 

A la derecha, don Santiago Bernabéu, jugador destacado en la semifinal. A la izquierda un jugador culé. No se nota la camiseta ni el escudo, pero la cara, espejo del alma, de rufián lo dice todo. Uno dudo si lo que le cuelga es un pañuelo o un pasamontaña para atracar una licorería después del partido.


El amigo culero no parecía entender que el artículo giraba al hecho de que no es ni medio normal que una afición se vaya a ver jugar la final en la que está presente el equipo que les ha eliminado para volcar en él su ira. A lo mejor es que le parece lógico y habitual. Quizás el hecho de que, si el Celta acude a Madrid a jugar la final, el madridismo capitalismo no cope las gradas para transformar el partido en una batalla campal para los gallegos, y luego despedirles decorándoles el autobús con piedras, cantos rodados, ladrillos y demás utillaje, le parezca lo más raro del mundo. Yo qué sé. El asunto era que yo no había mencionado que al Madrid le pitaron muchos penaltis a favor en los tres partidos que duró aquella eliminatoria -cosa irrelevante, incluso aunque hubieran sido invención arbitral-, que no había incidido en que el colegiado era un exjugador del Madrid, y exjugador y exentrenador de la Real Sociedad -como tampoco había incidido, por cierto, en el hecho de que el árbitro de la final era el portero titular del Far$alona en aquella eliminatoria, un tal Bru- y, tema de fundamental importancia, que el Madrid había alineado un delantero, Zabalo, que era jugador del Irún. Lo cierto es que entre los años 1915 y 1917 el tal Zabalo aparece como jugador del Madrid. 

Solucionadas sus dudas existenciales vía tuiter, me apresté a reactivar este simpático blog para delicia y disfrute del madridismo irredento.

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(1) Pero ustedes no tienen esa limitación que todo buen cristiano y madridista ha de imponerse. Así que son libres de leerla y aplaudir debidamente. Gracias.

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