martes, 15 de mayo de 2012

La derrota del antifútbol

"Histólicamente el Kemali gustal a muchos, pelo pocos entendel".
(Xavi Helnández, siglo XXVII de la Dinastía Ming, en una realidad alternativa)

El fútbol lo inventaron los ingleses. Y punto. No hay discusión alguna. Ya en los inicios de la Edad Moderna  los nativos de las islas británicas se dedicaban a darle patadas a un esférico en lo que se conocía como "fútbol de Carnaval", eventos ocasionales caracterizados por su extremada violencia y absoluta falta de reglamentación. No había límite en el número de jugadores, hasta el punto de que participaban pueblos enteros. El objetivo era llevar una pelota hasta el pueblo contrario, y para ello estaba permitido todo excepto el asesinato: patadas, mordiscos, puñetazos... lo que fuera. El balón lo podías golpear con los pies, la cabeza o el culo, o cogerlo con las manos si te atrevías a arriesgarte a que una ingente masa de adversarios se arrojaran sobre ti para arrancártelo de las manos. Estas ocasionales muestras de violencia y destrucción sin límite, que era a cualquier otra celebración pre-deportiva de cualquier país lo que el Carmaggedon es al Mario Kart, prosiguieron con alguna que otra prohibición por lo horroroso del espectáculo hasta que ya en plena era industrial, en 1863, se funda la Football Association. Lo demás, como suele decirse, es historia. 

La Football Association no se preocupó mucho por la integridad física de los participantes. La mayoría de las normas que quedaron reguladas en 1863 hacen referencia al número de jugadores, tamaño del terreno de juego,  quién y cómo podía coger el balón con las manos, cómo se efectuaba los saques de banda y similares. Respecto a la salvaguarda de los valientes que se atrevían a meterse en un campo de fútbol, sólo hicieron hincapié en los materiales de los calzados (para evitar punteras de hierro y suelas claveteadas) y en la prohibición de golpear o agarrar al contrario. Una salvajada, vamos. Pero esto es lo que hay. Fútbol puro, en su estado primigenio. El espíritu de ese deporte guste o no. Como suelen decir los centrales argentinos cuando les expulsan por poner el codo en el rostro del adversario a la hora de disputar un balón por alto: "para jugá a las muñecas mejó quedese en casa". El fútbol es lucha, batalla, fuerza, virilidad. El fútbol es el último refugio de los valores plenamente masculinos tan necesarios para cualquier civilización y tan cuestionados hoy en día en nuestras sociedades decadentes. Competitividad, pasión, entrega, combate, riesgo, sangre, sudor y lágrimas. Pero no violencia. La violencia es una consecuencia natural de esta competición, y para mitigarla, porque no somos animales sino seres civilizados, se desarrollaron los reglamentos y las normativas con sus respectivas sanciones. El fútbol, deporte eminentemente de contacto como era aquél practicado hace trescientos años por los ingleses, no reniega de la violencia, algo  innato al ser humano, incluso necesario, pero tampoco la reprime falsamente. La acepta como algo natural y la controla. 

Esto es así. Podría no serlo, pero lo es. Quizá todo fuera muy distinto si en el siglo XIV la flota  imperial china, la "Flota del Tesoro" de la dinastía Ming al mando del gran almirante Zheng He, hubiera arribado a las costas de Europa en vez de sufrir el cambio de política china que llevó al milenario imperio a retrotraerse a sus fronteras, frenando su expansión por el Pacífico y el Índico y más allá. Si esta flota compuesta por decenas de barcos de 120 metros de eslora por 50 de manga, medidas abrumadoras incluso para los cánones de hoy día, cada uno de ellos acompañados por otras decenas de barcos de menor tamaño en lo que configuraba una flota con más marinos que cualquier gran urbe europea de aquél entonces, hubiera llegado al Viejo Mundo, hoy día Europa no sería un apéndice geográfico de Asia, sino también político. China, y no Inglaterra, dominarían el mundo a finales del XIX. Y entonces lo que hoy llamamos fútbol no sería lo que conocemos, sino la evolución natural del Kemari japonés, porque éstos tampoco se habrían librado de esta megaflota, qué va. El Kemari consiste en varios tíos en kimono, puestos en círculo, pasándose el balón con el pie y evitando que toque el suelo. Si en vez de evolucionar a partir de los combates entre poblaciones con un pobre balón como excusa el fútbol hubiera nacido a partir de esa cosa tradicional tan rara que hacen los japoneses, entonces sí que podríamos decir que el Far$a era el mejor equipo de la historia, que había conseguido llevar el kemari, el fútbol, el tikitaka-san o como se llamara, a cotas desconocidas, con ronditos eternos -quizá mientras se marcaban una sardana- y posesiones más largas que un día sin pan, y ya puestos que transmitían un montón de valores y todo eso. Ah, y que su kimono estaba realizado con materiales reciclabes. 

Pero eso no pasó. A dios gracias. Por tanto, el concepto far$aloniano de esto de darle patadas a un balón es antifútbol por ser, en esencia, lo contrario a lo practicado en las jornadas de Carnaval británicas y a lo recogido por los bebedores de té en las normas de 1863. ¿Que hay gente a la que le gusta? Pues oye, muy bien; también hay gente a la que le gusta el voley-ball o el balonmano, pero no son fútbol. La verdad es que si hay personas a las que les gusta lo que hace el Far$a, es que no son personas. Normales, digo. Serán masocas o tendrán cualquier otra tara, pero no es normal que guste eso. La persona que está contra la agresividad física, que considera denigrante que la gente recurra a la violencia, es muy respetable. Pero si el tío dice gustar del boxeo, pero sólo de un tipo de boxeo que consiste en correr por el ring para evitar el choque con el rival, es un tarado. Aparte, es un moñas por sentirse atraído y defender ese pestiño que encima denigra el noble arte pugilístico. ¡Que se aficione al ajedrez o algo así y deje tranquilo a los auténticos aficionados!


"¡Tiqui-taca, tu padre es Amunike!".
(Buitre Buitaker, pues ahora mismo)

Se acaba la temporada en España y otros países y ya podemos hacer una evaluación en lo que a conceptos futbolísticos se refiere. E incluiremos al far$a y al resto de tiquitaqueros porque, hombre, lo de que vistan con pantalones cortos y tengan estadio sigue teniendo su peso. De hecho voy a centrarme en estos últimos, porque yo, que jamás he negado mi absoluta carencia de conocimientos futboleros ando sobrado para comentar "lo otro". Para al que llegado a este punto siga teniendo en la cabeza la idea de que la temporada no ha acabado, que todavía queda la copa del Rey, le digo que nadie en su sano juicio va a tener en cuenta un espectáculo que va a consistir en insultos y vejaciones al Jefe del Estado y símbolos nacionales.  Es que ni lo va a ver. Así que la temporada ha terminado, que yo escribo para gente juiciosa. 

El Far$a cierra la temporada con un fracaso estrepitoso que demuestra lo que muchos venimos diciendo desde el advenimiento de Pep a las capillas de la prensa española, madrileña sobre todo. El "estilo Far$a" es una auténtica murga cuyo éxito hay que apuntar única y exclusivamente a ayudas arbitrales. En esta temporada, ante la ausencia de la adulteración de partidos por parte de los de negro -quien crea que los culos eliminaron en semifinales de Champions a Chelsea y a Real Madrid de forma "justa" que deje de leer y se apunte a un psiquiátrico-, al menos de la forma tan descarada que se venía haciendo, el invento culé se ha venido abajo estrepitosamente. Porque para tener la "posesión" es necesario impedir que el rival te quite la pelota, y para eso es indispensable que el colegiado no pase ni una, pero que ni una,, cuando se entra al balón como se hace en cualquier liga de cualquier país del mundo, desde Alemania hasta Puerto Tobago. Eso, al menos, se ha aminorado en las competiciones de la presente temporada y el resultado está a la vista de todos, incluso del propio Guardiola, quien se quejó amargamente tras el derbi frente al Español, donde se señalaron dos penaltis inexistentes a favor del Far$alona, de que esas jugadas se les señalaran ahora, con el Madrid ya campeón de Liga. Respecto al juego en sí, cualquiera que haya visto algún partido de esta chusma habrá apreciado que fútbol, lo que se dice fútbol, más bien poco. Hombre, nunca es que haya sido mucho -no olvidemos que estamos hablando de los defensores de la negación del fútbol- pero es que el de esta temporada ha sido incluso menos. Hasta los propios culés, que han pasado de "alucinar" con su equipo de enanos y sus estrategias de sobar el esférico hasta quedarlo reducido al diámetro de una canica japonesa, a pedir un delantero centro a la antigua usanza, tipo Llorente, al que puedas colgar balones al área como hace el resto de la humanidad desde el principio de los tiempos. 

 Tampoco hay que insistir mucho. Si el estilo far$ero fuera válido tendría éxito en cualquier equipo. Quizá no tanto como para hacerse con el campeonato de liga, pero sí al menos para mantenerse en la élite sea cual sea la calidad de los jugadores. Hombre, si al Badajoz le diera por jugar siguiendo las lecciones de Guardiola no digo yo que acabara llegando a semifinales de Champions, pero por lo menos podría jugar la liguilla de promoción. La realidad es que equipo que intenta hacer lo que los culos, equipo que acaba chafado. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. El ejemplo más claro es el de Luís Enrique, vástago futbolístico (o como se llame a lo que hace esta gente) del de San Pedor. Tras entrenar al filial culé, la Roma compró la mula torda del "estilo guardiola" y quiso repetir los éxitos culeros sin un Paltiní y un Villar que llevarse la boca. El resultado ha sido satisfactorio. La Roma de Luís Enrique ha logrado el récord de posesión en la Serie A, con una media superior al 60%. Eso sí, ha quedado séptimo en liga, ha firmado una temporada vergonzosa para los aficionados romanos y el asturiano ha acabado volviéndose para España con el rabo entre las piernas. Ya puestos, no olvidemos que la Roma contaba entre sus filas con algún que otro ejemplar de la supermegacantera de la Massía, como el Bonjan Chrispín ese o como se llame. Quizá ahora Luís Enrique se anime a entrenar al equipo donde empezó, el Sporting. De ser así pronto disfrutaremos de nuevo de todo un derbi regional como es el enfrentamiento de los rojiblancos con el Oviedo... sin que los oventenses tengan necesidad de ascender. 

¿Fuera de Europa? Je, je, je... Quién lo iba a decir, ¿eh? Pues nada hasta otra

La historieta del caradura que fichó con el Far$alona cuando todavía jugaba en el Real Madrid, donde sospechosamente bajó su rendimiento en los últimos meses de militancia, presenta otro detalle consustancial al anti-fútbol, que no es otro que el del proteccionismo mediático. El absoluto desastre del asturiano al frente del club romano ha pasado inadvertido en la prensa española, y de no ser por el excelente reportaje firmado por Dani_Buyo para el blog de "La compañía blanca" (aquí y aquí) desconoceríamos los récords acumulados por Luís Enrique en la península con forma de bota:
  • Eliminación de Europa en agosto
  • Tres expulsados en Florencia, algo que nunca había sucedido en  los 85 años de historia del club italiano
  • Los dos derbis perdidos frente a la Lazio, lo que no ocurría desde la temporada 1997-98,
  • Derrota en casa ante el Milan después de seis años, con la Fiorentina después de veinte, con el Cagliari después de cuarenta y tres, la primera derrota en el campo del Lecce, el menor número de puntos y el mayor número de derrotas desde la temporada 2004-2005, quizá la más desastrosa de la Roma (exceptuando, obviamente, la de Luís Enrique), con cuatro entrenadores. 
  • No clasificación para competiciones europeas, un fracaso que no ocurría desde hacía 15 temporadas 
 ¿Por qué este silencio en torno a la experiencia italiana de Guardiola V 2.0.? Pues porque el periodista medio español, de natural vago y conformista, ha apostado por este estilo, cuya ventaja fundamental es que no tiene por qué ser sometido a los resultados. Lo importante es "jugar bonito", y se lincha a todo aquél que se atreva a hablar de resultados, algo consustancial al fútbol auténtico, pues cuando decenas, quizás cientos de personas, se ponían en mitad de la campiña inglesa a empujar el balón lo hacían para llevarlo al pueblo contrario. Nada más y nada menos. Y en esto consiste cualquier deporte desde entonces, no sólo en fútbol: en ganar. Siguiendo siempre las normas establecidas, estirándolas o interpretándolas hasta donde se permita con el objetivo de obtener la victoria. Para la panda de haraganes que configuran el grueso del periodismo patrio negar la mayor tiene la ventaja de no tener que mover ni un sólo dedo para justificar su opción. Si el "tiquitaca" resulta un fiasco, no pasa nada. Lo importante es la forma, el estilo. En caso contrario se tendría que aceptar el resultado. Y aquí los números mandan y sería fácil  tumbar el discurso o la verborrea de los  valdanos y segurolas de turno con una simple demostración empírica: si no se obtienen resultados, no vale.  Aparte, el unirse a una secta cuasireligiosa exime de justificación racional como, por ejemplo, analizar estrategias e interpretar las evoluciones de los jugadores sobre el terreno de juego, algo terriblemente agotador. 

"Luego copio y pego la misma crónica de siempre y le cambio el resultaaa...zzzzzzzz"


La vacuidad de toda esta tribu ha quedado en evidencia con sólo una frase de Mourinho, el técnico del flamante campeón de Liga que ha batido todos los récords con un fútbol que aúna todas las características del "deporte rey" para elevarlas a la máxima perfección: "No es lo mismo jugar bonito que jugar bien". 

"¡¿Por qué? ¿Por qué? ¿Para qué?!".
(Bruce Campbell, en "Posesión infernal", de Sam Raimi)

 Volviendo a España, o lo que queda de ella, el final de temporada ha puesto en su sitio a los negacionistas del fútbol como diversión, esfuerzo, lucha, presión, intensidad, velocidad, garra y portería contraria como fin de todas las cosas. En la final de la Liga europea -o como se llame- al equipo dirigido por un Simeone, en las antípodas del pusilánime juego representado por el Culolona, le bastó menos de un 40% de posesión para pulverizar al Éthnic de Bilbao, dirigido por un Bielsa al que todos señalan como concomitón del indultado por consumir sustancias dopantes durante su etapa en Italia. Tres chicharros a cero marcan a la clara las distancias entre los que vienen a trabajar al fútbol español dándole al pico y la pala, y los que vienen a darle sólo al pico. Por si fuera poco, el Atlético de Madrid le ha sacado siete puntos en Liga a los chicos del Nervión, que queda fuera de puestos europeos. Y por si no fuera bastante, en el último partido de Liga envió a segunda división, gracias a un solitario gol de Falcao, a otro de los equipos que nos vendían como uno de esos que "tocan balón" y tal, el Villarreal. 

El derrumbe culé ante el empuje del Real Madrid entrenado por Mourinho recuerda a lo sucedido con la caída de los regímenes prosoviéticos de Europa oriental a principios de los noventa. Es como si la exhibición de sus miserias hubiera provocado un efecto dominó. No es que haya relación entre la derrota culé en su propio feudo frente al Real Madrid y la caída al abismo del equipo entrenado por Lotina, pero da qué pensar, ¿no? 

Un último detalle para demostrar la mentira que es el antifútbol que el Far$elonismo, apoyado por una batería mediática que ya hubiera querido para sí Goebbels: la absoluta dependencia de respecto a Leo Messi. A ver, cuando se habla de equipos históricos o que han marcado época, se recuerdan a varios jugadores. Todos tenemos en gran estima a don Alfredo Di Stéfano y lo que simboliza, claro, pero es inseparable de Puskas o Gento. Lo mismo sucede con el Milan de Gullit, que es también el de Van Basten o el de Rijkaard; el Bayern de Beckenbauer, que es también el de Muller o Hoeness, o Maier; el Madrid de Zidane, pero también de Ronaldo o Figo... pero cuando se hable de este Far$a, ¿de qué jugadores se va a hablar? ¿De Leo, de Messi y del chico ese al que hincharon de hormonas? Porque jamás se ha visto tal dependencia de un sólo jugador en un equipo de fútbol. Al menos yo. Nos reímos de que los culos celebren el Pichichi del argentino, pero es que si no fuera por esos cincuenta goles el Far$alona habría acabado en sexta posición; el Madrid, sin los 46 de Cristiano, habría acabado... primero. Dado que el fútbol es, ha sido y será una competición entre equipos, ¿alguien puede negar cuál de los dos estilos, el representado por Mou y el predicado por el exculpado de dopaje gracias a triquiñuelas legales, es auténtico, verdadero y puro fútbol?

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